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La pandemia, la crisis y la educación: reflexiones y evidencias

Marcelo Rivera, en diálogo con la empresa española 3g Smart Group

Marcelo Rivera, en diálogo con la empresa española 3g Smart Group



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#TheSmartPodcast, dirigido por Francisco Vázquez, presidente de 3g Smart Group es una serie de episodios en los que diversos expertos e influencers en diferentes sectores reflexionan sobre el impacto que va a tener esta crisis en el ámbito educativo, social y laboral. En esta oportunidad, la empresa española 3g Smart Group entrevistó a Marcelo Rivera, fundador y director de la revista COLEGIO, quien compartió sus reflexiones y evidencias sobre la pandemia, la crisis y la educación, disponibles en spotify.

 “Fundé una editorial llamada Rima Comunicación Institucional porque tenía relación al ser docente y deportista con varios profesionales y con distintas instituciones educativas y deportivas en la Argentina. La empresa fue fundada en 1990, con la visión de poner en evidencia el cambio de paradigma educativo y apoyar desde la comunicación a las instituciones en este sentido. Fuimos edificando comunidad con mi equipo de trabajo a partir de la creación en 2000 de la revista COLEGIO y de nuestros eventos deportivos, capacitaciones para docentes y directivos y nuestras jornadas de orientación vocacional, por lo que acabamos de cumplir 20 años de trayectoria con la revista y ya casi 30 de fundada la empresa.

Desde hace unos cinco años comenzamos a girar hacia los formatos digitales sin dejar de producir contenidos editoriales impresos, como libros institucionales, anuarios y la misma revista que comenzó a circular off y online. Nuestro sitio web revistacolegio.com se ha convertido en un diario de novedades educativas en el cual se pueden leer notas y columnas de personalidades a nivel nacional, regional y global.

En 2019 editamos nuestro primer libro, llamado “Un giro copernicano a la educación”, en coautoría con Belén González Milbrandt y Fabián Provenzano, donde hablamos de las tendencias y los cambios de paradigmas que impactaron a nivel mundial, la importancia de la comunicación y de la tecnología para adecuar las maneras de enseñar y aprender a los desafíos de este siglo y también del rol docente y de la importancia de los nuevos espacios en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Con la pandemia tomamos la acertada decisión de potenciar nuestro ecosistema digital y se han multiplicado las visualizaciones de nuestros contenidos. Hemos aumentado exponencialmente clics y seguidores.

-Cómo se ha vivido en la educación de Argentina el pasaje al formato remoto por la pandemia?

Voy a hacer un análisis a partir de la evidencia. En Argentina la realidad es que esta crisis amplió mucho más la brecha educativa entre las familias y las escuelas de mayores y menores recursos. También quedó muy expuesta la obsolescencia del modelo tradicional de la enseñanza en todos los niveles, sobre todo en Primaria y Secundaria. También quedó en evidencia la poca habilidad y capacitación de docentes y directivos para planificar sus clases y desarrollarlas en formatos remotos, para acordar en equipo los modos de trabajar, porque se pensaba ingenuamente que esta urgencia duraría dos meses. No se trabajó en función del largo plazo sino de “emparchar” el ciclo escolar y que aún no despertaron del todo del efecto “impacto” pandemia y siguen inmersos en la incertidumbre de esperar que los funcionarios del Ministerio les digan lo que tienen que hacer.

-La tecnología estaba a disposición de la escuela hace años. Sin embargo, hubo una adopción generalizada. ¿Qué opinión tienes de la tecnología como herramienta de aprendizaje?

Coincido, un avance desde la urgencia. Quedó demostrado que la tecnología es una herramienta valiosa en los modelos de enseñar y de aprender. Hablo de la escuela como tecnología en sí misma, que pese a tener los edificios cerrados siguió funcionando. Y también hablo del Whatsapp, del Meet, del Zoom, redes sociales, etc., que muchos docentes y muchas escuelas nunca habían utilizado estas tecnologías para trabajar. Esta forma de trabajar tuvo que articularse desde la urgencia, desde la necesidad, pero no hubo una planificación, una estrategia de equipo, colaboración desde todo el ecosistema escolar, y el estado ausente, con la escuela pública prácticamente abandonada a su suerte y a la pericia de sus docentes con la excusa sanitaria.

Este esfuerzo creo que tiene hoy un reconocimiento social, a partir del gran esfuerzo de los docentes y de los líderes inspiradores de cada institución. Sobre todo los docentes más jóvenes y también aquellos directivos con mayor experiencia y flexibilidad a formatos nuevos o innovadores comenzaron a liderar y a capacitar a sus propios colegas. Y que aquellas personalidades educativas e influencers tuvieron agenda completa y una dedicación extraordinaria para colocar un poco de luz en el túnel oscuro de la incertidumbre vivida hasta hoy. Creo que también quedó en evidencia qué colegios han trabajado mejor y cuáles peor, quienes quisieron aprender en cada escuela y a quienes no les interesó aprender a trabajar en las plataformas remotas, qué profesores o profesoras conquistaron la atención de sus alumnos desde la empatía, la investigación, la conexión emocional, la motivación y que a esos profesores sus alumnos le respondieron con participación. Como también hubo docentes y directivos que quisieron hacer exactamente los mismo que en aula presencial, por miedo, ego o por ineptitud, teniendo como resultado que los chicos no quisieran participar y las familias no reconocieran y criticaran su trabajo. He visto muchos casos que no le agregaron a sus clases condimentos indispensables y enriquecedores como videos, música, el chat para que los chicos interactúen y opinen, etc, sino que simplemente enviaban una tarea para completar en un frío Word.

Otra falencia que he notado desde la evidencia es la falta de conocimiento de los intereses de los alumnos, de la falta de información del estado emocional de las familias de sus alumnos, que quizás no tenían en el hogar suficientes dispositivos o la tecnología adecuada para conectarse a una clase sincrónica y que la mayoría de las escuelas no utilizó las plataformas gratuitas ni las aplicaciones gratuitas que existen para poder trabajar con un celular, en fin, noté mucho desconocimiento y poco sentido de comunidad de pertenencia en la relación familias-escuela.

Creo que además es un derecho ciudadano tener conectividad a internet y aquí volvió a quedar en evidencia las falencias de los gobiernos de toda la región, no solo de la Argentina.

Justamente comentaba con un colega chileno que la tecnología debería ser igualadora de posibilidades pero que en Sudamérica generó un efecto contrario de desigualdad.

Totalmente. Como decía, en nuestro país se profundizó la brecha. En la Argentina actualmente hay un 50% de la población en la pobreza. Uno de cada seis chicos menores de 17 años es pobre y este año no estuvo escolarizado. Crecen los índices de analfabetismo, pobreza, violencia de género  y desempleo y no tenemos un plan a nivel nacional para salir de esta crisis. Y no estoy hablando de ideologías sino de evidencia. No sabemos cuál es el plan porque no se conoce un plan que nos pueda sacar adelante en esta crisis. Cada ecosistema escolar público o privado dependió de sus talentos inspiradores, de la vocación de sus planteles docentes y de su capacidad de conexión a internet.

Hablemos mirando a futuro de la posible transformación educativa, ¿cómo te imaginas que todas estas experiencias pueden colaborar para impulsar una mejor educación?

En primer lugar, siempre hay que mirar para adelante si estamos abiertos a aprender del error y tenemos flexibilidad para desaprender para aprender. En segundo lugar, no se puede volver a lo mismo. Creo que en estos conceptos podemos coincidir la mayoría de las personas que queremos una mejor educación, una escuela a la altura de los desafíos de estos tiempos.

Creo, como dice Zygmunt Bauman​​, vivimos en un momento de “interregno” donde lo viejo ya está vencido y es obsoleto y lo nuevo no termina de posicionarse como probadamente efectivo. Entonces creo que esta pandemia aceleró el cambio de paradigma y soy optimista en que tendremos una escuela más flexible que salga de su zona de confort dándole mayor protagonismo a sus verdaderos actores: por un lado, los alumnos y por otro los docentes.

¿Y el rol de los padres?

Creo que es un punto clave. La escuela, quizás por primera vez en esta escuela diseñada en el siglo XVII y XVIII, entró a los hogares y las familias que no tienen la suficiente cantidad de dispositivos para poder escolarizar a sus hijos y que sus adultos trabajen en un mismo horario tuvieron grandes dificultades, sobre todo aquellas que fueron impactadas por la aguda crisis. Creo que los padres en algunos casos colaboraron en la escolarización y en otros se “aprovecharon” de la oportunidad de manera buena y mala. Buena en compartir con sus hijos momentos que no habían compartido, salvo en vacaciones y comprometiéndose con la escolarización y mala, dejando que los hijos no tuvieran conexión con sus compañeros, con el docente, dejándolos con cierto abandono para que jueguen con videojuegos en vez de comprometerlos con una rutina escolar y en algunos casos no haciendo el esfuerzo de pagar la cuota escolar con la excusa perfecta.

La escuela también invadió la casa del docente, y me parece un gran tema para repansar. Por eso digo que no podemos volver a lo mismo y que se tienen que proponer estrategias y ponerlas a prueba en este semestre donde debemos dejar de lado el efecto “sorpresa” de la pandemia y ser resilientes como sociedad, para que los alumnos puedan escolarizarse de acuerdo a las distintas posibilidades que le ofrezca el ecosistema escolar al que pertenece. Es necesario que los padres se conecten y se comprometan más.

Les cuento cortito una anécdota familiar: mis abuelos y mis padres fueron a la misma escuela, la Escuela Normal de Banfield. Allí se conocieron mis padres y a esa escuela enviaron a sus hijos, mi hermana y yo. Pero nosotros no enviamos a ninguno de nuestros hijos a esa escuela porque hace 90 años que está igual, la única modificación fue reemplazar pizarrones negros por verdes. Es la foto de la escuela pública en la mayoría de las escuelas públicas de Argentina.

Los alumnos que ingresaron este año al ciclo escolar van a vivir en el siglo 22, cómo van a educarse en un sistema escolar diseñado para la primera revolución industrial, como van a educarse en edificios pensados para el siglo 19 y con docentes formados en la currícula del siglo 20 cuando hoy el mundo está conectado a internet y al alcance de un clic. ¡Esa posibilidad nunca antes la había tenido la escuela y no la puede desaprovechar!

¿Qué piensas del diseño de los espacios en el ámbito escolar?

El diseño es una herramienta muy poco valorada en la escuela. El diseño conceptualmente lo que busca a todo nivel es eficiencia, es mejora; es facilitador. Gracias a gente muy inspiradora hay una tendencia a hacer evidente que los espacios para favorecer los aprendizajes tienen que ser más cómodos, adecuados a los desafíos de la educación de este siglo, más flexibles, más personalizados, pero también nos tienen que permitir trabajar colaborativamente, tener conectividad, tener lugar para poder trabajar con otras personas y con materiales. Entonces no me imagino en la escuela del futuro un patio que responda al modelo panóptico, un patio donde no dejen correr a los chicos y que tenga al mástil de la bandera ocupando un espacio innecesario, por ejemplo. ¡Esto hace años que lo vengo diciendo! Evidentemente cuando pase la emergencia, con los protocolos debidos de sanidad, las escuelas deben repensar los espacios.

Entonces la escuela debe repensar el modelo educativo y como consecuencia del modelo, debe repensar los espacios

Claro, y te doy algunos ejemplos. He visto escuelas públicas en Australia y en Nueva Zelandia con espacios innovadores, bibliotecas donde los chicos entran y dejan sus zapatos en lokers y se ponen a leer libros de cuentos en almohadones súper cómodos y tienen ordenadores para buscar más información sobre autores, etc. Estuve en España y en Chile visitando escuelas religiosas, públicas y privadas, donde los espacios comunes como escaleras o pasillos colaboran con los aprendizajes; en fin, solamente con creatividad y escasa inversión. Por lo que en cuanto a diseño no necesariamente se trata de invertir fortunas sino de una mejora conceptual. Te doy ejemplos de otros ámbitos: hace tiempo que el mundo corporativo repensó sus espacios y las oficinas han rediseñado sus espacios, por ejemplo el más conocido es quizás Google, o los espacios de co-working. Las cafeterías, por ejemplo, han rediseñado no solamente sus espacios, sino que han resignificado el servicio para ofrecerle más comunidad, conectividad y variedad a sus clientes. Obvio que hay mucha resistencia, quizás generacional, a los cambios, pero no se puede ir a contramano del mundo. Creo también que hay que respetar la identidad de cada institución y adecuar los espacios al ADN institucional, a la misión y a la visión institucional, que tendrá que ver, a su vez, a los desafíos y necesidades que se les presentan en este siglo, no en el siglo pasado.

Esta pandemia ha dejado en evidencia una crisis y una época de cambios…

Creo que esta crisis ha dejado en evidencia que más que una época de cambios es un cambio de época. Una era donde todo se está resignificando. Lo digo desde la profundidad ontológica que busca el porqué y el para qué de las cosas. ¿Qué queremos? ¿Qué estamos buscando? ¿Qué consensos queremos lograr para una mejora sustancial de la escuela y de la sociedad? Tenemos que entender que si queremos mejorar y transformar contextos tenemos que generar acuerdos de largo plazo y cambiar.


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