La psicóloga, coach y especialista en neurociencias Sol Rivera nos acompañó con una brillante disertación en el IV Congreso Internacional de Coaching Educativo “Diseñando comunidades de aprendizaje”, donde destacó que el aprendizaje se teje con el otro, a lo largo de toda nuestra vida. Además, se refirió a la postpandemia y consideró que “la educación tiene una enorme oportunidad para unir generaciones, para estar más cerca de los chicos, para desafiarnos y encontrar nuevas y valiosas herramientas”.
“El nombre de esta ponencia tiene que ver con empezar a repensar cómo aprendemos. Estamos aprendiendo todo el tiempo, desde el seno familiar -explicó Sol Rivera-. La idea es repensarnos primero nosotros para empezar a generar una semilla distinta a cosechar en la educación sobre todo en este contexto de pandemia. Cuando pensé el título de mi ponencia no estaba la pandemia en el medio y luego la vida nos puso a prueba frente a situaciones donde necesitamos repensarnos. Hoy más que nunca debemos repensar la educación para ver cómo seguimos tejiendo el aprendizaje en comunidad desde este nuevo contexto.
Quiero que primero nos conectemos con nuestra historia, que recorramos ésta de manera veloz y podamos preguntarnos cómo aprendimos. ¿Qué es lo primero que se nos viene a la mente? ¿Qué imágenes, olores, colores, voces, sensaciones y vivencias? Nuestro cerebro capta toda la información a través de nuestros cinco sentidos y a partir de ahí vamos grabando nuestras vivencias. Seguro nos vienen a la mente imágenes, experiencias, recuerdos y en esos recuerdos en algún momento por lo menos hubo otro. En los que más nos cuesta recordar, de la primera niñez, sí o sí está otro. Como agentes de le educación, sea el rol que nos toque somos fundamentales para el aprendizaje de otro porque si no éste no se da.
En esos hitos de aprendizaje es está en común la emoción. Aquello que sellamos como aprendizaje lo involucramos fuertemente a una emoción. Esta implica un esfuerzo fundamental para el aprendizaje y es importante preguntarnos cómo lo estamos gestionando. En un comienzo, cuando somos bebés, es todo emocional (llanto, dormir placenteramente, sorpresa). Los adultos asociamos el aprendizaje con las funciones cognitivas (capacidad de planificación, organización, la memoria como base, la capacidad de concentración). Sin embargo, si al principio era todo emocional y los primeros dos años de vida son los que aprendemos más de nuestra vida, cómo puede ser que el aprendizaje tiene que ver con lo cognitivo más que con lo emocional -se preguntó-. Hay algo importante acá para empezar a trabajar que ya nos estamos replanteando que tiene que ver con unir otras facultades relacionadas profundamente con lo emocional. Las áreas de nuestro cerebro que más se relacionan con los que aprendimos están en el sistema límbico. ¿Cómo podemos hacer para reconectarnos con esta parte donde todo era permeable para el aprendizaje? Relacionando esto con las neurociencias quise que nos conectemos con la parte emocional o límbica del cerebro. Nosotros somos producto de la evolución y llevamos nuestro cerebro triuno. Como resultado de la evolución, tenemos adentro tres cerebros”, resumió.
Además, pidió a los asistentes realizar un ejercicio con una de sus manos: indicó que la cierren, con el dedo gordo dentro, y explicó allí la representación del cerebro. Así detalló que la parte de la base de la mano es la del cerebro reptiliano, que tiene que ver con nuestros ancestros reptiles. “La parte de adentro representa al interior del cerebro. Es el sistema límbico, la parte emocional, que compartimos con nuestros ancestros mamíferos, y la parte que envuelve al límbico es la corteza, lo que nos hace exclusivamente humanos. Incorpora la sociabilidad, el aprendizaje y las emociones básicas. Paul Mac Lean dice que nuestro cerebro es producto de la evolución y adentro es como si tuviéramos la evolución misma. Es como si fuéramos tres computadoras diferentes que están interconectadas al momento de tomar una decisión”, agregó Rivera.
“Esta evolución filogenética, de la misma manera que estuvo la evolución de las especies, es lo que ocurre con cualquier ser vivo desde el momento que se desarrolla desde la panza hasta su último día. Primero desarrollamos la parte reptiliana, nuestros sistemas vitales. Todos cuando nacemos sufrimos una crisis enorme y en ese pasaje a la vida lo que necesitamos es estar preparados para sobrevivir de manera vital. Eso me lo da el cerebro reptiliano (la respiración, la musculatura, los reflejos). Lo emocional está en pleno desarrollo. Lo vamos tejiendo y lo vamos a seguir desarrollando los primeros años de vida. Lo menos desarrollado es la corteza prefrontal, que tiene la ley del lenguaje (para planificar, razonal, distinguir). En el momento en el que más aprendemos somos pura emoción. Necesitamos volver a conectar con la emoción.
Conectar con la emoción
¿Cómo hacemos con la comunidad educativa para conectar con la emoción en un contexto de pandemia? Tenemos un desafío enorme. Si bien no hay moción sin cuerpo, la emoción trasciende lo presencial. Si no, recuerden a un ser muy querido que ya no esté. Y van a ver cómo empiezan a pasarles cosas en el cuerpo. Este es nuestro gran desafío en la educación hoy. En este contexto y lo que va a quedar de ello como cambio de paradigma, debemos pensar cómo podemos trascender desde lo emocional; cómo podemos unir estos tres cerebros y como adultos dejar de estimular el neocórtex, que va creciendo, culturalmente hablando, en detrimento del límbico. A veces vivimos anestesiados. ¿Cómo podemos unir estos tres para darle a la educación una mirada más integral?”, se preguntó la expositora.
“Esto que nos pasa de que nos tejemos en un aprendizaje con otro ocurre gracias a unas neuronas que se llaman espejo. Éstas permiten la imitación, como cuando le hablamos a un bebé. Están en una zona que se llama el área de Broca, que permite generar acciones en una persona diferente a la que se está ejecutando. No solo es copiar exactamente lo que estoy viendo, sino que la neurona espejo nos permite obrar en consecuencia. Una película en la que lloramos, por ejemplo. Respondemos acorde dado que nos conectamos a través de las neuronas espejo. Son la explicación neurocientífica a la empatía. No hay aprendizaje si no hay empatía (capacidad que nos permite conectar con el otro emocionalmente): ahí vamos a ser capaces como educadores de sellar ese aprendizaje en los niños, cuando quedamos en su corazón.
Todo lo que vivimos va esculpiendo nuestro cerebro dando como resultado un ejemplar único e irrepetible…Ese es el maravilloso servicio que tenemos de la mano de los docentes, directivos, todos los que estemos en el ámbito de la educación: poder contribuir a ese ejemplar único e irrepetible de cada niño, adolescente, adulto”, abrevió la especialista en neurociencias, quien propuso a los asistentes otra actividad con varios interrogantes como disparadores, entre ellos:
- ¿Quiénes fueron nuestro espejo?: conectemos con las vivencias que más recordamos porque son las que más nos hicieron aprender.
- ¿Cuáles son las emociones en las que crecimos?: éstas impactaron de tal manera que hoy hacen al adulto que somos al momento de enseñar. Según Rivera, esto no tiene que ver con culpabilizarnos sino con empezar a autoconocernos para autogestionarnos, para poder elegir quiénes queremos ser como adultos educadores y poder rediseñarnos en cuestiones en las que sentimos que venimos de fábrica y no podemos modificar. Empezar a modificar esto nos hace entender quiénes estamos siendo con nuestras luces y sombras y nos permite rediseñarnos e ir por más.
- ¿Quiénes fueron nuestro espejo?: fueron creando mandatos y creencias que fuimos incorporando. Gracias a todo esto somos de esta manera. El poder replantearnos esos mandatos y creencias puede hacer que pasemos de la reacción a la elección, ver cuáles seguimos eligiendo y cuáles no y soltar éstas.
- Los marcadores somáticos (cosquillas en la panza, adrenalina). Antonio Damasio acuñó este término. Habla de empezar a registrar nuestro propio cuerpo y enseñarles a nuestros aprendices implica la sabiduría y desafío de meternos en un canal que va a nuestras emociones.
¿Qué espejo estamos siendo para los demás, ya sea para los niños, en la vida, con nuestra familia, socios?: esto implica preguntarnos cómo queremos que nos recuerden, dependiendo de cómo contribuimos al propio aprendizaje, qué enseñanza dejamos. Si pudiéramos vincularnos con esto en lugar de los mandatos y creencias que traemos y no nos cuestionamos, ahí hay una llave enorme para la transformación en la educación”, aseguró Sol Rivera, quien pidió reflexionar de qué manera queremos dejar huella en el otro y qué estamos haciendo para esto. Es que, según resalta la psicóloga, “después de estas preguntas viene la acción. Por eso es necesario vincularlas al día a día, en lo pequeño, para contribuir a esos valores que son tan importantes para uno (comunidad, solidaridad, amor). Ahí aparece esta palabra: el trascender. Tiene que ver con dejar un legado al mundo, incluso cuando ya no estemos. En el ámbito educativo tenemos una enorme oportunidad. Hay un montón de funciones en el organismo que hacemos de manera automática como la respiración, pero hasta eso podemos volverlo consciente para dediseñarlo; ahí es donde tenemos la oportunidad de trascender. El talento te hace destacar. El corazón te hace trascender. Cómo nos vinculemos y la emoción que pongamos nos hará trascender, dejar sello en nuestros aprendices. Cómo nos vinculemos con él generará la transformación”.
Rivera contó un cuento relacionado con el reconectar con las emociones. “La historia cuenta que una tribu en áfrica tenía un ritual: cada vez que una mujer quedaba embarazada todas las mujeres la llevaban adentro de la selva para elegir una canción para ese bebé. Esa va a ser la canción para toda su vida. Cuando el niño nacía lo primero que se le hacía era pasarle toda la tribu su canción. Cuando había un ingreso a la escolaridad, alguna despedida, o momentos fundamentales también. Si ese niño devenido en adulto en algún momento de su vida empezaba a cometer delitos o errores en la tribu que la comunidad consideraba que no tenían que ver con sus valores la costumbre que tenían era llevar a ese adulto a la plaza principal y todos juntos volvían a cantarle su canción. Esa tribu consideraba que, para poder corregir las acciones cuando nos equivocamos o tenemos conductas que nos desvían lo único que tenemos que hacer es conectar con nuestros orígenes. Ellos conectaban con su canción…
Yo les pregunto cuál es su canción, conectándose con su pasado, cómo poder volver a reconectar con todo ese aprendizaje porque gracia s a eso hoy están acá como educadores y ese es su legado al mundo. Espero haberles dejado alguna pregunta porque con preguntas transformamos la educación”, expresó.
Unir generaciones
Sol también dialogó con Revista Colegio en el Ciclo de Conversaciones en vivo por Instagram y destacó que la pandemia “nos obligó a los adultos a meternos en el paradigma de adolescentes y niños. Las personas a las que educamos están inmersas en el paradigma digital, por lo que tuvimos que aggiornarnos. Creo que hay una enorme oportunidad de que las generaciones se terminen uniendo en un idioma en común, cuando ocurre históricamente que no nos entendemos. La educación tiene una enorme oportunidad ahí para unir generaciones, para estar más cerca de los chicos, para desafiarnos y encontrar nuevas y valiosas herramientas. A veces los adultos nos creemos incapaces y hay creencias de base a desafiar”.
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